Por Paula Kantor (*)
La historia no suele ser muy amigable con las mujeres. En general, su participación en distintas esferas no ha sido tenida en cuenta, allende de los espacios domésticos y familiares. Sin embargo, todas, desde las campesinas, originarias, aristócratas, obreras, hasta las periodistas, enfermeras y maestras, todas dejaron su huella en la historia argentina, a pesar de no aparecer en los relatos oficiales.
Las investigaciones de las últimas décadas han logrado desentrañar historias de mujeres que hoy nos dan un indicio acerca de sus actuaciones, pero que aún nos dejan la sensación de poco, y resta mucho esfuerzo para saber sobre sus vivencias y experiencias.
Retrotraernos 251 años atrás en el tiempo implica pensar los cambios paradigmáticos ocasionados por la Ilustración y el temblequeo de un sistema monárquico en decadencia. Épocas de desigualdades profundas, donde las ideas de igualdad y libertad prendieron en algunos sectores pero excluyeron a otros.
A lo largo de la historia, lo que nos contaron como momentos de “progreso” o “avances de derechos” para toda la humanidad, fueron en realidad mejoras para algunos sectores, que dejaron excluidas a las mujeres. Aún más, en esos momentos ellas vieron mermadas sus autonomías y fueron recluidas en mayor medida al sector doméstico y al rol reproductivo.
Durante la monarquía, no había mucho margen para la disputa “pública” entonces todas las discusiones resistentes se daban en privado. Así, muchas mujeres de la élite pudieron abrir sus salones y tener una participación central en las discusiones políticas. Tenemos los casos de Casilda Igarzabal, Flora Azcuénaga, Anita Perichón y Mariquita Sánchez de Thompson, salonnières en cuyas recepciones se apoyaba la revolución, independencia y sentimientos patrióticos. Mariquita Sánchez, fue, especialmente, una mujer que disputó los mandatos de la época, logrando apoyo político para casarse con quien deseaba y teniendo voz propia en los debates de la época. Junto a otras mujeres, se movilizaron también para desprenderse de sus dotes y joyas y entregarlas al ejército patrio.
Valeria Pita, doctora en Historia, indica que para quienes estaban en situaciones de mayor subordinación como las esclavas, trabajadoras pobres y mujeres originarias, el clima revolucionario generó anhelos de emancipación. En los días posteriores a las jornadas de mayo, se desenvolvieron como espías, armaron redes de comunicación, de protesta y de apoyo al gobierno patrio. Fueron centrales en la asistencia en el campo de batalla y en la alimentación a los soldados y algunas de ellas destacaron como espías, generalas y comandantas: Juana Azurduy, María Remedios del Valle, María Loreto Sánchez de Peón Frías, Juana Moro.
La historia no ha sido justa reconociendo sus hazañas ni tampoco en los años posteriores del siglo XIX su rol fue premiado y honrado. Eso es lo que nos compete hoy: hacer historiografía crítica, considerar a la mitad de la población excluida de los relatos y valorar su fortaleza y entereza.
¡Feliz día de la patria!
(*) Paula Kantor es Lic. en Relaciones Internacionales, Mgter. en Estudios de las Mujer y Género e integra el área de Políticas de Género del Ministerio de la Mujer